Ahora, frente al ordenador...no se que decir. Porque quisiera que el ordenador tuviese una cara, y unas manos, y unos ojos a los que mirar. Pero solo tiene una pantalla (que por su culpa mi hipermetropía avanza a pasos agigantados), y unas teclas que mis dedos pulsan según pienso las palabras, automaticamente...(benditas clases de mecanografía).
Pero no tiene unos ojos a los que mirar y tal vez por eso...no se que decir.
Porque no estás tú, para hablarte, para que me escuches, para compartir contigo lo que pienso, lo que siento, lo que tengo...
Y hoy quisiera hablar, pero no estás. No hay nadie. Vacío. Solo. Desierto.
Y mis pensamientos van y vienen, aparecen y desaparecen...se esfuman como el humo del tabaco, se mezclan con la leve brisa nocturna que entra por mi ventana, brisa que me está enfriando la piel, pero no el corazón.
Y tal vez por eso no se que decir.
O tal vez...sí.
Hay una silla vacía a mi lado. Y me gustaría llenarla contigo. Y ahora que lo único que escucho es el canto incansable de un grillo y el maullido de una gata en celo, ahora...quisiera hablarte. Que nuestras voces se mezclaran con el grillo y con la gata, que enfriara tambien tu piel la leve brisa que entra por mi ventana, pero que mis pensamientos no se esfumaran como humo de tabaco...que se quedaran en tus oídos...para siempre.
Pero no estás...para poder hablarte...amigo.
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