Hoy he vuelto a darme cuenta de porqué dejé de comer carne; claro está que por mis sentimientos hacia los animales y sobre todo gracias a Dani, que me hizo abrir los ojos ante tanta barbarie y abuso (sabes que nunca te lo agradeceré lo suficiente). Al subir esta mañana a casa, justo abajo hay un supermercado, y llegué en el momento en que estaban descargando los cadáveres. Hace tiempo hubiera sentido la misma repulsión que he sentido hoy, pero tal vez hubiese pasado más indiferente...esta mañana, no. El camión, abierta sus puertas de par en par, dejaba ver a todo el que quisiera mirar, al menos diez cadáveres colgando de cadenas de hierro ensangrentadas. Dos hombres, con batas, que en algún momento fueron blancas, cargaban sobre sus espaldas, uno tras otro, los cuerpos despedazados de unos desgraciados a los que solo miran como eso...trozos de carne descuartizados. El olor a muerte inundó entera la calle y los regueros de sangre dejaron su rastro hasta la puerta del supermercado.
Pensar que nacieron para eso es una bestialidad, pensar que el destino de esos animales es terminar en tu plato también lo es, y no porque a su muerte sea así, si no porque la duración de su vida es mucho más dolorosa que la misma muerte.
Nacer para vivir sin ver la luz del sol, sin poder dar movimiento a ninguno de sus miembros, para no respirar nunca aire limpio, para ser siempre un vientre con hijos que correran su mismo destino, para estar hacinado en lugares más pequeños que su propio volumen, y tener constantemente una máquina que oprima sus mamas, noche y día, hasta infectarlas y pudrirlas. Para parir hijos, en ese mismo hacinamiento, enfermos y deformes gracias a la cantidad de medicamentos (que permanecen en la carne) que hacen que su cuerpo acelere cualquier proceso natural...campos de exterminio, en los cuales, cuando llega la hora y una cadena enlaza su cuello... Colgados de un gancho, con un tajo en su garganta, desangrandose (esa sangre será la buena para hacer morcillas) revolviendose, intentando liberarse del dolor y de la muerte, ante la quieta mirada de un matarife, hasta agotar el último aliento de su desgraciada vida.
Eso es lo que yo ví esta mañana...Vidas que alguien decidió que vivieran así, vidas a las que nadie dió una muerte digna e indolora, vidas que fueron un sacrificio constante,y yo fuí complice silencioso, durante muchos años, de esa masacre y crueldad. Por eso, Dani, jamás mi agradecimiento será del tamaño de mi arrepentimiento.
Cuantas cosas hacemos y dejamos de hacer por ignorancia, por desconocimiento, por indiferencia, por comodidad, por placer...
Ahora puedo mirarles y solamente ver una vida, puedo mirarles y ver la nobleza y la inocencia en sus ojos.
Existen dos cosas que ojalá nunca me permita volver a hacer, mojar mi pan en la sangre de los animales y enriquecerme con las lágrimas de mis semejantes.
Solo es un modo de vida, un modo de sentirme un poco más en paz.
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