jueves, 9 de diciembre de 2010

Vampiros

Desde que Bram Stoker escribiera "Drácula", los vampiros son seres temidos e inquilinos de muchas de nuestras pesadillas de la infancia. Los hemos visto de todos los colores y en casi todas las circunstancias imaginables.
Trágicos, cómicos, espantosos, ridiculos, espectaculares, risibles, temibles, tiernos...y todos los adjetivos calificativos que se nos ocurra regalarles.
Vampiros han habido muchos. Actores que los han encarnado otros tantos. Algunos sin pena ni gloria, otros perdurarán en nuestro recuerdo para siempre por la espectacularidad de sus interpretaciones.
Colmillos salientes chorreantes de sangre, vuelos nocturnos (a ellos les importa un gran pepino las huelgas de controladores aéreos), poderes sobrenaturales, seductores natos, incansables amantes...con la maldición de no morir nunca, con la maldición de superar década tras década sin esperar, sin temer...el día del eterno descanso.
Estos seres fántasticos, de los cuales no sabemos su real existencia, están inspirados en un ser que sí existió en realidad: a mediados del siglo XV, el noble rumano Vlad IV, apodado por sus súbditos Drácula (demonio), por su afición a empalar vivo a todo aquel que se le rebelara. Clases de Historia, aparte, hoy el vampiro que me ocupa no es éste, ni el noble (solo por pertener a la nobleza de la época) Vlad, ni el salido de la imaginación de ningún escritor, si no aquel/aquella que llaman los doctores en la materia "vampiro emocional".
Esos sí son reales. Esos si están entre nosotros. Podemos ser cualquiera, en cualquier momento, cualquiera...puede transformarse, en determinado momento, en vampiro emocional y sorber, hasta la última gota, los sentimientos y emociones de aquel/aquella que llegue a ser nuestra víctima.
Hace muy poquito fuí victima de uno de ellos. No voy a dar datos de su condición sexual, ni su edad, ni su localización, ni sus gustos y preferencias...puede ser cualquiera en cualquier momento...pero éste vampiro me eligió a mí...y a unos cuantos más.
LLegó la noche, despertó de su letargo diurno, afiló sus colmillos, vistió su negra capa y la desplegó como alas de murciélago, y salió por la ciudad...hambriento, sediento, enloquecido por la ansiedad de volver a sentir el placer de saciar sus instintos. Y bien que los sació...Hundió sus colmillos en todos y en cada uno de nosotros y succionó...succionó con fuerza, con ansia, con desesperación...Bebió y bebió nuestras emociones y nuestros sentimientos hasta hacernos sentir vacíos, huecos...Acabó con nuestras ganas, con nuestros planes, con nuestras ilusiones...tiñó todo de color negro...como su alma, negra...como sus pensamientos, negros...como sus intenciones, negras...como su vida...
Y allí quedamos nosotros...con caras embobadas y miradas pérdidas...sin saber realmente que ocurrió ni porqué. Pasó como una exhalación, sobre nuestras cabezas y nos ocultó bajo su gran capa para que nadie fuese testigo de su crimen...
Y ahora tiene más poder. Bebió tanta sangre nueva y quedó tan saciado, que ahora su apariencia parece distinta...pero no lo es. Sigue siendo el mismo ser. Volverá a buscar nuevas víctimas inocentes para arrebatarles todo de lo que él carece, sin ningún sentido, sin ningún final...solamente por el mero hecho de imponer su voluntad y arrebatarles a los demás sus ilusiones.
No bajes la guardia...puede haber volado cerca de ti y estar observando tus ilusiones con ojos golosos.
Yo sigo aquí...recuperándome del susto. Sobreviviré...pero las muescas en mi yugular me recordarán, día a día...que los vampiros...sí existen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario